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Zaha Hadid. In memoriam

ZAHA HADID 'The Hague Villas-Spiral House-FUNDACION-ARQUIA-RODRIGO-ALMONACID

Muchos conocimos a Zaha Hadid (Bagdad, 1950 – Miami, 2016) por sus primeros dibujos publicados a finales de los 80. El reconocimiento a esos proyectos surgió tras ser incluida en la exposición del MoMA dedicada al Deconstructivismo en 1988 junto a R.Koolhaas, B.Tschumi, P.Eisenmann, F.Gehry, D.Libeskind y C.Himmelblau. Sin obra construida de entidad, la calidad de sus fantásticos dibujos, ya entonces, merecía tal distinción, sin lugar a dudas.

En sus proyectos como estudiante en la Architectural Association a finales de los 70s o en su magnífico Club de Ocio “The Peak” en Hong-Kong (1982-83) parecía trabar una lejana continuidad con el Constructivismo ruso, no solo en su vertiente tectónica sino en la utópica: más que una voluntad de ser construidos, sus dibujos eran una exploración de un camino ignoto en medio de la selva post-moderna.

Sus imágenes, resueltas con un código de representación insólito al describir en un solo “lienzo” espacios y volúmenes en perspectivas de múltiples puntos de fuga, forzaban a una percepción siempre en escorzo y en movimiento. Las formas del territorio se facetaban como texturas cubistas y las arquitectónicas se deformaban como por efecto de un agujero negro, desterrando, así, la estabilidad de las coordenadas euclídeas por las relativas y “elásticas” de la Física Cuántica. Los elementos arquitectónicos revelaban su inconsistencia, restos de una unidad o integridad perdida, y se transfiguraban en figuras fragmentarias, afiladas y tensas, sobre un fondo habitualmente urbano y nocturno. Todo ello, en cierto modo, cristalizó en la construcción de su ya mítica Estación de Bomberos en Weil am Rhein de 1994 (en realidad, un “pabellón” más para la colección de la sede de VITRA).

Aunque se resistía a reconocer la influencia del uso del CAD en sus proyectos, su mano fue sustituida progresivamente por el uso de la informática, y, con ello, también la frescura de sus dibujos. Aún así, ciertos trabajos experimentales como la Spiral House (1991) demostraban que ese cambio de herramienta no debía representar un obstáculo a su tenacidad innovadora.

Sus proyectos de finales de los 90 se extendían por el territorio como por fruición, contribuyendo a reactivar paisajes de periferias urbanas desestructuradas, dando lugar a obras brillantes con pocos pero intensos trazos como en el Aparcamiento y la Terminal de Tranvías Hoenheim-Nord de Estrasburgo o en el pabellón LFone Landesgartenschau de Weil am Rhein.

Finalmente, acabaría rompiendo las barreras del star-system para las arquitectas al ser galardonada con el Pritzker en 2004 y, recientemente, con la Medalla de Oro del RIBA en 2016. Sin embargo, repetía los esquemas de sus colegas al convertir a su estudio en otra oficina multinacional –Zaha Hadid Architects-, deslocalizada y globalizada, para atender las demandas de gobernantes, instituciones y compañías ansiosas por tener “un Zaha” entre su colección de objetos arquitectónicos. Sus obras empezaban a adolecer de esa tensión exploradora que la había destacado para poder dar satisfacción al hedonismo icónico post-capitalista de sus clientes, para quienes las curvas eran inexcusables como firma de la autora.

El tiempo situará en su sitio a la obra de la arquitecta iraquí; pero, parece difícil poder explicar la Arquitectura del tránsito entre milenios sin recurrir a ella. Sus méritos, seguramente, no estén en la esfera de lo cotidiano y, quizá por ello, cause cierto recelo entre la profesión. Pero su espíritu intrépido y perseverante es -por lo menos para mí- su mejor legado.

Hasta siempre, Zaha Hadid.

 

Portada: Zaha Hadid: The Hague Villas, Spiral House, 1991 (imagen vía www.frac-centre.fr )

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(Teruel, 1974) Arquitecto por la ETSA.Valladolid (1999) y doctor en Arquitectura (2013). Fundador del estudio [r-arquitectura], oficina de proyectos arquitectónicos y editor del blog de [r-arquitectura] . Investigador permanente sobre Arquitectura Moderna y Contemporánea, profesor de la ETSA.Valladolid, y autor del libro Mies van der Rohe: el espacio de la ausencia.

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