La espada de Damocles
No sé si conocéis la historia de Damocles, pero creo que no hay mejor analogía que nos sirva de ejemplo para explicar la relación de los arquitectos con la responsabilidad, esa de la que tan pocas veces nos hablan en las ETSAs.
Nuestro trabajo, como tampoco se menciona –casi– nunca en las clases de proyectos, se rige por la LOE, una ley de similar calado a la de la gravedad en lo que atañe a nuestro ejercicio profesional.
La LOE nos erige en Directores de Obra, responsables primeros y últimos de toda decisión que se tome en obra. La LOE Nos otorga máximo control, incluso por encima y más allá de la norma, pero donde la gravedad hace que las cosas caigan, la LOE hace que caigamos nosotros.
¿Merece la pena?
O mejor dicho, ¿no estamos haciendo que deje de merecer la pena?
La compensación económica es exigua cuando menos –our bad– y nunca proporcionada a la obligatoriedad de un seguro decenal que nos impone la ley.
La compensación profesional, dudosa, limitada –si tenemos suerte– a la palmadita en la espalda de algún compañero que se acerque a ver la obra o si nos va el rollo, a conseguir que aparezca en alguna revista especializada y se nos hinche un poco el ego.
La compensación personal o moral, la del trabajo bien realizado, para esa solo nos tenemos a nosotros y solos nosotros nos la quedamos. Es cuestión de conciencia.
¿Qué nos queda entonces para equilibrar esa espada de damocles que pende sobre nuestras cabezas?
Recuerdo no hace muchos años haber leído la noticia de que dos compañeras habían sido condenadas por la caída de un muro en una calle céntrica de nuestra ciudad. ¿Nos libra de un riesgo como ese el celo profesional? ¿Hay derecho a que un accidente nos arruine la vida porque la justicia determine que por tener capacidad nosotros de restitución del daño debamos hacerlo?
¿Es justo que por estar nosotros obligados a mantener nuestro seguro de responsabilidad otros agentes que no tienen esa obligación, o que simplemente han desaparecido jurídicamente, se vean absueltos aún siendo culpables?
¿Es justo que asumamos la ingente cantidad de imponderables que más allá de que hayamos hecho un trabajo exhaustivo e intachable puedan salir mal?
La longitud de la cadena de órdenes que se producen en nuestro trabajo, desde que concebimos las primeras ideas de proyecto hasta que se hace la entrega de llaves, es tan tremenda, está tan plagada de agentes y es tan susceptible a posibles errores ajenos a nosotros que nos parece demencial que sólo por ser nosotros el primer eslabón de la misma –y generalmente el económicamente más débil– seamos el primer agente al que se le exijan responsabilidades legales.
Es un tema diabólicamente pragmático –de los que no gustan a los artistas–, pero creemos que la ausencia –por acción u omisión– de este debate en las aulas de las ETSAs, provoca una ignorancia peligrosísima sobre los recién graduados.
Y en este caso, ignorance is NOT a bliss…