¿Programas o capacidades? La enseñanza del software en arquitectura y los profesionales que queremos
¿Qué software enseñar si es cuestión de tiempo que el software más puntero de hoy se vea tan obsoleto como sketchpad, el primer programa de CAD? Mi respuesta, a continuación.
Casi cada final de curso se repite la misma historia: uno o dos alumnos de Herramientas Digitales me comentan, algo decepcionados, que les hubiese gustado que enseñase a usar el programa X “porque es el que piden los despachos de arquitectura”. Aunque suelen ser minoría, no esconderé que es una afirmación que me preocupa y hace que hace que me plantee si no les estoy haciendo un flaco favor al darle a la asignatura un enfoque tan poco utilitarista. Algo similar ocurre cuando escucho a colegas decir frases como “Tal programa está muerto, ahora hay que enseñar a usar este otro, que es lo que se lleva” o cuando veo programas formativos universitarios en los que se destaca por encima de lo demás el software que van a enseñar. Todas estas afirmaciones y sus variantes1 comparten una visión muy mercantilista del software y las herramientas informáticas. Es decir: supeditan la formación (insisto: universitaria en este caso) a las demandas del mercado, algo que no comparto en absoluto.
Puede que suene raro lo que digo e incluso hay quien pensará que con ello le estoy dando la espalda al mercado laboral. Tirando aún más de este razonamiento, habrá quien incluso dirá que es un grave error, pues la finalidad última de las universidades es formar buenos profesionales que sean capaces de encontrar trabajo al día siguiente de su formación.
Aparquemos momentáneamente esta última afirmación y parémonos a reflexionar al respecto: ¿Qué opinaríamos si en la asignatura de construcción se enseñasen detalles constructivos de la marca Tecnnhar en lugar de muros cortina? ¿O si en instalaciones se enseñase los intríngulis de las máquinas de Sitsubishy en lugar de cómo funcionan los distintos sistemas de climatización? ¿Y si las universidades se quisieran distinguir por el sistema de paneles sándwich que se explica en sus asignaturas de construcciones prefabricadas? Seguramente muchos de nosotros nos exclamaríamos al considerar que, de ser así, en su afán por estar al servicio del mercado, la universidad se habría convertido en una mera prescriptora de productos comerciales de empresas que nunca se han preocupado por la calidad de la formación de los futuros arquitectos, porque su objetivo es otro muy distinto: vender.
Sin embargo, este hecho se acepta como normal respecto al software, lo cual supone un flaco favor a nuestros alumnos y futuros profesionales, pues solo consigue crear facciones. Facciones que, como si de un concurso se tratase, están radicalmente a favor o en contra de un software en concreto del que son totalmente dependientes, ya que sin él serían incapaces de desenvolverse profesionalmente.
Y, ahora sí, volvamos de nuevo a la cuestión, nada trivial, que habíamos pospuesto acerca de cuál debería ser la finalidad de la enseñanza universitaria. Quizá la clave esté en pensar en el significado de “buenos”. Bajo mi punto de vista, la bondad no viene derivada de ser capaces de usar una herramienta en concreto, sino que tiene que ver con la capacidad de adaptación y de tomar decisiones acertadas dentro del contexto profesional. Y para ello lo más importante no es saber usar X herramienta o aplicar un procedimiento, sino tener los conocimientos y los criterios para aplicarlos adecuadamente para solucionar (casi) cualquier situación.
Por todo ello, después de reflexionar sobre las quejas de mis alumnos, llego a la conclusión de que la empleabilidad es algo que hay que tener en cuenta, pero sin que llegue a cegarnos. Y dejarla en un plano secundario puede ser clave: ya que sin negar totalmente la realidad laboral que les espera en el futuro, permite enseñar habilidades tan necesarias para ser buenos profesionales, incluso si el mercado laboral -recordemos, cambiante e impredecible- tiene unas condiciones distintas a las del momento en el que estudiaron. Esa, creo, es una de las mejores enseñanzas con la que pueden salir de la universidad. Y esa es, sin duda, mi respuesta a la pregunta del tipo de arquitectos que quiero contribuir a formar.