Escuela en Sur Sudán, Nimule, 2009.
“Necesitamos un arquitecto”, no es una frase que se escuche con frecuencia, pero fue la primera que me dijeron antes de proponerme ir a Sierra Leona a construir un centro de Ébola; sin duda, el trabajo más útil que he realizado hasta el momento como arquitecta.
Sin embargo, cuando trabajas en cooperación es mucho más habitual escuchar cosas como: “¿Arquitecta ¡¡!?… ¿y qué haces aquí? Sí que está mal la cosa, ¿no?” como me dijo con sorna un educador social durante la colaboración en un proyecto de asentamientos ilegales, a pesar de que nuestro trabajo diario era resolver problemáticas intrínsecas a la arquitectura y el urbanismo como el agua, el saneamiento, la infravivienda o las comunicaciones.
Se ha deformado tanto la imagen profesional que proyectamos, que no se relaciona la Arquitectura con las variables básicas del habitar; pero, sin duda, la sociedad precisa de nuestras capacidades para construir un entorno mejor, sobretodo donde las necesidades son muchas y los recursos técnicos y materiales escasos.
Desde la cooperación en desarrollo local hasta la ayuda humanitaria internacional en emergencias, surgen demandas que nos atañen por nuestra condición de profesionales y de habitantes, a nivel territorial, urbano, edificatorio y objetual: millones de personas se desplazan y se asientan en campos de refugiados -paradójicas ciudades sin ciudadanos ni urbanismo-, catástrofes naturales donde se precisa resolver temas de agua y cobijo con mínimos y celeridad, ciudades en expansión con altos niveles de pobreza que precisan técnicos para su desarrollo, sistemas de construcción que hay que adaptar a tecnologías apropiadas, temas de saneamiento que resolver, escuelas que construir, etc.
Afortunadamente, es cada vez más visible el vínculo entre arquitectura y cooperación: se amplía la mirada desde la profesión, se especializa la formación, se añaden voces, surgen proyectos, se crean grupos de investigación, aparecen asignaturas, se presentan proyectos de fin de carrera, se convocan congresos… acciones que en conjunto demandan y promueven una mayor implicación de la disciplina y sus instituciones. El ICHaB, veterano en esta guerra, continúa enriqueciendo puntos de vista, formando especialistas y evidenciando desde el sótano de la ETSAM la existencia de ese 90% para quien, realmente, hace falta construir.
Pero, en la relación Arquitectura-Cooperación acecha el mal de la arquitectura de revista, que tanto daño ha hecho a la profesión. Hoy peligra que se ponga de moda “diseñar para pobres”, construir artefactos que aterrizan en favelas cual naves espaciales, proponer planes urbanos para ciudades devastadas por terremotos pensadas desde Google Earth en oficinas europeas, etc. Reforzando, con ello, la imagen del arquitecto que, alejado de la realidad, erige falsetes impertinentes e innecesarios, para deleite de los poderes y los medios, usando la arquitectura para un fingido lavado de imagen. De esta forma, se eclipsa, una vez más, a todos los profesionales que desde el anonimato, la austeridad y la modestia ponen todo su conocimiento y capacidades en acompañar a comunidades en la construcción de su entorno.
Trabajar en cooperación desde la arquitectura, implica hacer donde solo hay carencia, con la satisfacción del trabajo útil, para el mejor cliente: la necesidad.
Enlaces de interés:
ICHaB | Instituto de Cooperación y Habitabilidad Básica
Master of International Cooperation Sustainable Emergency Architecture