Arquitectura vs Especialización
En 1976, el biólogo Richard Dawkins escribió The selfish gene, libro que inmediatamente le convirtió en una figura central del estudio de la evolución de las especies desde el campo de la genética.
De manera muy resumida, Dawkins desarrolla la teoría darwiniana de la evolución estableciendo la genética como protagonista, y argumentando que, de manera lenta, gradual y por selección natural, los distintos seres vivos han ido mutando y adaptándose (o no) al contexto para, en definitiva, lograr aquello que realmente importa: la supervivencia de los genes.
La especialización de los distintos seres vivos implica que muchos desaparecen cuando el ecosistema cambia, mientras, por otra parte, otros sobreviven, ya que su grado de adaptación resulta coincidir con la nueva situación. No importan las especies, ni evidentemente los individuos; la especialización de los seres vivos en cuanto a su adaptación a distintos contextos es una manera que tiene la genética de protegerse y perdurar en el tiempo. Básicamente, los genes nos “utilizan” como caparazones, para poder seguir existiendo. En el fondo, no somos nada más que los vehículos de su posteridad.
Esta visión estremecedora, perfectamente desarrollada por Dawkins, acostumbra a volver a nuestra cabeza cuando leemos las bases de un concurso de arquitectura. Sumado a todos los requerimientos que es necesario cumplir para poder concursar, cada vez es más común pedir un alto grado de especialización en un programa concreto: haber realizado cinco auditorios en los últimos tres años, tres recintos feriales en los últimos seis, o cuatro hospitales en los últimos diez.
A lo absurdo que esto parece en un país que lleva ocho años prácticamente paralizado, hay que sumar una observación que, en el fondo, es más perversa: pedir un alto grado de especialización implica sugerir a los arquitectos que apuesten por un campo muy reducido de la arquitectura y, consecuentemente, que tengan muchas más probabilidades de “desaparecer” cuando cambie el contexto.
Ser especialista en hospitales a principios de los 2000 puede que fuera ventajoso; pero, en los últimos ocho años, probablemente, no haya sido muy útil, si no es cambiando de contexto, es decir, emigrando.
Pedir que nos especialicemos lleva implícito el mensaje de que lo importante son los genes (el mercado) y no los seres vivos (la arquitectura).
Frente a esta posición, existe la totalmente opuesta; no ser especialistas en nada y, en cambio, ser curiosos en todo. Esta posición no resolverá ninguna adaptación específica, pero en cambio, está abierta a todos los contextos al mismo tiempo, y, por lo tanto, desde un punto de vista biológico, puede ser otra estrategia de “supervivencia”. Como en la comparación que hacía Isaiah Berlin analizando a Tolstoi en el libro El erizo y la zorra, mientras el erizo sabe hacer sólo una cosa, aunque de manera muy perfeccionada, la zorra, sabe muchas, pero no es especialista en ninguna…
Probablemente, elegir ser zorras sea una posición que no permita proyectar hospitales, recintos feriales ni auditorios pero, por otra parte, puede que nos permita disfrutar de la arquitectura.
Anna & Eugeni Bach