Juegos realizados por los alumnos del curso 2014-15. Fotografía y montaje: Javier Álvarez
Cada vez es más común leer o escuchar a arquitectos alabando el perfil polivalente de nuestra formación técnica y artística que nos permite realizar trabajos de todo tipo, más allá de la edificación.1 Lo cierto es que me sorprende, no porque piense que no es cierto, pues es algo que comparto (aunque con matices), sino porque choca frontalmente con una realidad en la que todavía la mayoría de alumnos y arquitectos aspiran a trabajar en un despacho de arquitectura al uso. Parte de culpa la tiene el propio colectivo profesional, que, pese a todo, se empeña en alabar a quienes siguen la senda ejemplar y ningunear a aquellos quienes deciden seguir otro camino tan válido y respetable como el anterior o a quienes ven la arquitectura como una actividad económica.2 Pero también las escuelas de arquitectura son cómplices de ello, ya que, debido a su incapacidad por potenciar la polivalencia anteriormente mencionada, contribuyen a perpetuar el prototipo del arquitecto. Un prototipo al que pocos podrán llegar.
Con relación a esto, hace unos días leía esta noticia en la que el profesor finés Pasi Sahlberg, conocido por su libro “Finnish Lessons”, en la que señalaba la importancia de transmitir a los alumnos que el hecho de tener un título no es sinónimo de encontrar trabajo y, por tanto, hay que formarles para que sean capaces de crear su propio puesto de trabajo en el futuro.
Y esa es precisamente la que resume perfectamente lo que tratamos de transmitir Javier Álvarez y yo en la asignatura Aula Abierta de 5º curso del grado de arquitectura de la Universidad San Jorge: Lejos de querer desanimar a los alumnos, les mostramos una realidad sin edulcorantes con el objetivo de incentivarles a reflexionar acerca de sus intereses y sus puntos fuertes para que sean capaces de proyectar y construir su propio futuro profesional.
Para ello, planteamos la asignatura de forma similar a cómo se hace en la asignatura de proyectos, con la diferencia de que el ejercicio que tienen que resolver no es de edificación o urbanismo, sino la propuesta de un proyecto empresarial relacionado con cómo ven ellos la arquitectura. Además, para llegar al objetivo de final de curso, les brindamos herramientas para lograrlo: búsqueda de antecedentes similares (en este caso perfiles de arquitectos “atípicos” que se han labrado su propio camino), sesiones teóricas y ejercicios guiados. Resulta especialmente importante en el curso la realización de estos ejercicios, que en esta edición ha consistido en la elaboración de un juego educativo sobre arquitectura, pues obligan a los alumnos a pensar sobre la propia disciplina de una forma más holística y alejada de su círculo de confort y a aplicar sus conocimientos de otras áreas como expresión gráfica y construcción. De esta forma, se acaba creando un prototipo como los mostrados en la imagen que acompaña el post.
A pesar de que, tan solo llevamos dos ediciones de la asignatura y quedan muchas cosas por mejorar, los resultados están siendo bastante buenos y su recepción está siendo positiva por parte de los alumnos, que al terminar el curso, más allá de lo aprendido y de la nota obtenida, salen con un proto-plan de negocio que podrán desarrollar al terminar su paso por la universidad (y de hecho les animamos a que sea así ).3