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Urban Dashboard Rooms

Izq. Sala de Control Apollo XI – Dcha. Sala de Control de Rio de Janeiro

En el post anterior, “Un cerebro cibernético para la ciudad”, publicado en este mismo medio, hablábamos de los sistemas operativos urbanos como una nueva muestra de la estrecha relación que la tecnología ha tenido y sigue teniendo con la arquitectura y el urbanismo.

Tras los sistemas operativos urbanos, las salas de control vinieron a representar la materialización arquitectónica de la nueva superioridad científico-técnica ejercida por las grandes superpotencias gracias a las avances en computación, telecomunicaciones y electrónica.

Las primeras salas de control remarcables surgieron durante la II Guerra Mundial asociadas a labores de inteligencia y planificación estratégica del conflicto.  La Historia, el Cine o la Fotografía nos han dejado numerosos testimonios de cómo estos centros de mando se transformaron con la llegada de los ordenadores, los radares y la mejora de las comunicaciones.  Quizá la más conocida de todas las salas de control sea la Sala de Guerra de Winston Churchill cuyas instalaciones acogen hoy a cientos de curiosos que visitan Londres.

Décadas más tarde y con la carrera por la conquista del espacio como telón de fondo,  las salas de control transcenderían el ámbito militar gracias al Centro de Control de Misiones de la NASA en Houston.  Las imágenes de la misión Apollo XI convertirían la escenografía de la sala de control en un referente iconográfico que ha permanecido prácticamente inalterable hasta nuestros días.  También es especialmente interesante por sus aplicaciones civiles y por razones estéticas, políticas y sociales, el Proyecto Synco desarrollado por el cibernético Stafford Beer para el gobierno de Salvador Allende.

Esa visión de pantallas parpadeantes, sillas giratorias y hombre pegados a sus auriculares ha calado con fuerza hoy día en nuestros Ayuntamientos.  Empujados por la ingente cantidad de datos que ofrecen los miles de dispositivos instalados en nuestras ciudades, las salas de control han proliferado en nuestros Ayuntamientos como espacios para la toma de decisión y gestión de nuestras ciudades.

De la misma forma que el Proyecto Synco operaba sobre la producción, IBM, Cisco o Google están trabajando hoy para agregar sensores a las infraestructuras y desarrollar un software que permita gestionar los datos y proporcionar la información que necesitan los políticos para el control de la ciudad en tiempo real.  Muy conocidos son algunos ejemplos como el “Intelligent Operation Center” de IBM instalado en Sao Paulo que pretende supervisar, medir y gestionar servicios de la ciudad tales como: sistemas de agua, seguridad pública, transporte, hospitales, redes de electricidad o edificios.  O la aplicación “Nº 10 Dashboard”, encargada por el primer ministro David Cameron  para su Ipad, que le suministra constantemente información financiera y estadísticas de vivienda, empleo u opinión pública.

Los sistemas operativos urbanos al igual que las salas de control de las ciudades, manifiestan el recobrado interés de las grandes compañías y los regidores públicos por la ciencia urbana.  Estos han depositado sus esperanzas en la visualización de datos, los superposición de gráficos y otras técnicas de visualización para comprender el cómo y el por qué acontecen los fenómenos urbanos y reorientar las acciones futuras.

Personalmente, y a pesar de la sugerente escenografía que los envuelve y el interés que me despiertan estas relaciones entre estética y cognición, son muchas las dudas que sobrevuelan sobre estos espacios de gestión urbana.   Una de ellas es el peligro que sufren los gestores urbanos de desconexión con la realidad.  Al igual que sucede en las cabinas de los aviones donde los pilotos, rodeados por una pléyade de dispositivos electrónicos, apenas pueden observar una estrecha franja de horizonte.  Las salas de control multiplican el riesgo de actuar sobre la ciudad tomando como criterio la proyección de una realidad mediada que solo es visible a través de las pantallas de ordenador.  Un riesgo elevado si tenemos en cuenta que la ciudad también es una estructura compleja de relaciones emocionales, afectivas, etc. que difícilmente es traducible al lenguaje de unos y ceros con el mismo rigor.1

Referencias: situation romos _ Un proyecto de Pablo Soto y harckitectura.et

 

 

Por:
Daniel Ayala Serrano, architect and urban planner connecting Tech, Cities & Gov. Consultan in Urban Projects.

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