Por José Ramón Hernández Correa Desde Arquitectamos locos?
“Supongo que todos conocéis la terrible novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y la película homónima de François Truffaut.
En una sociedad sometida a unos gobernantes dictatoriales o, aun peor, absurdos, kafkianos e imbéciles, están prohibidos los libros. El pueblo es más dócil y está más idiotizado si no lee, así que se prohíbe leer y se queman todos los libros existentes. (Al parecer, Fahrenheit 451 es la temperatura a la que se quema el papel).
Un grupo de ciudadanos resistentes se juega la libertad y la vida aprendiéndose cada uno un libro de memoria. Durante el proceso de aprendizaje es muy peligrosa la tenencia del libro, que tras ser aprendido se destruye. Después, en corrillos, en pequeños grupos de iniciados, cada uno recita el libro que se sabe, jugándose de nuevo la libertad y la vida.
Así se forma un núcleo de apóstoles de la cultura y de la libertad, que van pasándose ese sagrado conocimiento unos a otros, extendiendo el círculo de memoriosos y atravesando las generaciones hasta que algún día alguien recapacite y acabe con la prohibición, y los poseedores de esos conocimientos dicten de nuevo a los impresores las obras maestras que atesoran. Y si ese día no llega nunca, se las seguirán contando unos a otros para siempre. (…)”
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