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Albert Bellvert: Atrapados en Lesbos. La Vanguardia (Noviembre 2019)
Silvia Blanco: Moria, la cruel bienvenida de Europa a los refugiados. El País (Diciembre 2019)
Albert Bellvert: Vivir y morir en el campo de Moria. La Vanguardia (Noviembre 2019)
Un antiguo centro militar reconvertido. Una prisión abandonada. Un perímetro cercado por un muro de hormigón con un alambrado metálico sobre él. Algunos pabellones con zonas restringidas para los más vulnerables. Una calle principal bordeada de contenedores y bolsas de basura. Una zona de registro con colas que se demoran horas. Un pabellón como clínica. Unas gradas donde la gente se sienta a la espera de algo para comer. Tres escasos puntos de agua donde beber, lavar y asearse. Desperdicios amontonados, niños entre las bolsas de basura, desechos acumulados… tiendas y más tiendas.
Esta es la situación del campo de Moria en la isla griega de Lesbos. Un recinto militar pensado para recibir a 3.000 personas y que acoge actualmente alrededor de 16.000 personas provenientes en su mayoría de Afganistán y Síria, entre otros. “Estas personas viven hacinadas en Moria durante meses e incluso años a la espera de una salida que parece imposible, quedándose así atrapadas en el limbo”1. Personas que huyen de sus respectivos países buscando refugio en Europa.
Las condiciones del campo son inhumanas. Se trata de un recinto de 58.000 metros cuadrados que se ha expandido hasta unos 88.000 metros cuadrados2, improvisando un laberinto de tiendas que denominan Olive Grove, situado fuera del recinto a los pies de un bosque de olivos. Muchos refugiados viven en containers compartidos entre varias familias. Sin embargo, la gran mayoría lo hace en tiendas, acumuladas unas al lado de otras. Otros a la intemperie. En muchos casos sitúan palés de madera sobre los que colocan las tiendas como base resistente y aislante. Otras familias emplean las maderas para autoconstruir una mínima estructura que cubren con telas para poder resguardarse. Asimismo, la electricidad, al igual que el agua, solo se suministra durante unas horas al día3. En consecuencia, la mayoría de las personas viven prácticamente sin luz y en la noche los temores a salir de las tiendas se acentúan.
El servicio médico es insuficiente. Los medios para hacer frente a enfermedades, tanto crónicas como agudas, son muy escasos. Algunos desconocen la grave situación que les espera al alcanzar Europa tras su viaje. El miedo, la sensación de peligro, de abandono y de desidia hacen mella en estos adultos y niños, que sufren depresión, ansiedad, estrés postraumático, brotes psicóticos y en algunos casos el suicidio.
Se vive, o mejor dicho se sobrevive, haciendo colas. Colas para conseguir algo de comida. Colas para ir al baño o para lavar la ropa. Colas para acceder a la zona de registro donde tratan de conseguir otro destino que se aplaza meses. Y así, la situación en Moria se demora y se agrava.
No hay urbanización, no hay infraestructuras mínimas, ni condiciones básicas de salubridad en este improvisado asentamiento. Lejos de eso, todas las mejoras urbanas y de calidad de nuestras comunidades están aquí ausentes, retrotrayéndonos a décadas pasadas donde no existía ni alumbrado, ni agua corriente, ni alcantarillado, solo una aglomeración de personas buscando una salida.
“Moria no good” reza una de las pintadas en el muro que cierra el perímetro. Nos encontramos ante un poblado surgido de la nada que se expande de manera incontrolada e insostenible desde el punto de vista urbanístico, económico y social. Un laberinto de tiendas, escombro e inseguridad que se mezcla con el anhelo y la esperanza que aún resiste en aquellos que dejaron atrás su antigua vida.
Dada la urgencia de la situación, nos preguntamos: ¿están quedando estas cuestiones sociales y humanitarias al margen de la arquitectura?, ¿están alejadas de los campos de actuación de la profesión? O yendo más allá, ¿qué medidas se podrían tomar desde el punto de vista arquitectónico para ayudar en estos casos?
Este artículo es posible gracias al relato y las vivencias de Albert Bellvert, médico residente de la especialidad medicina familiar, que pasó sus vacaciones colaborando como voluntario en el campo de Moria con la ONG Kitrinos Healthcare, el pasado octubre. Que su humanitaria actitud y su fuerza a nadar contracorriente nos inspiren a denunciar y hacer frente a esta desoladora situación.
Desde: Campo de Refugiados Moria, isla de Lesbos, Grecia.
Autores del post: Albert Bellvert Ríos, médico residente de la especialidad medicina familiar y Silvia Domene Camarasa, arquitecta.
Albert Bellvert: Atrapados en Lesbos. La Vanguardia (Noviembre 2019)
Silvia Blanco: Moria, la cruel bienvenida de Europa a los refugiados. El País (Diciembre 2019)
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