

Desde: Diario 16
Hace así como un año tuvimos el disgusto mayúsculo de descubrir que la casa Guzmán (1972), obra del gran arquitecto Alejandro de la Sota, había sido derribada. La noticia saltó por el procedimiento de viajar hasta el solar y encontrarlo colonizado por una construcción nueva sin nada que ver con la anterior. Una vez asimilado el cabreo que pillé (que pillamos unos cuantos) y escritos los artículos esos de protesta que escribimos me paré a pensar en el tema. Primera conclusión obvia: no es lo mismo habitar que admirar. Lo primero es un acto transitivo. Cuando termina la vida de la familia, de un modo u otro, la casa muere. Admirarla es un acto discontinuo, tan discontinuo que la noticia no fue el derribo de la Casa Guzmán, sino encontrarnos con otra casa casi terminada en su lugar.
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