

Por Alberto Ruiz Desde Veredes
“El síndrome de “obediencia debida”.
En estos tiempos convulsos de leyes demoledoras y esclavos disfrazados de falso autónomo, permitan a este minúsculo blog relajar el ambiente intentando contestar a una de las grandes preguntas de la humanidad: ¿por qué es mala la mala arquitectura?
Dice un famoso corolario, atribuido creo yo a todos los profesores de la escuela de arquitectura, que “sobre gustos hay mucho escrito, el problema es que a la gente no le gusta leer”. En esta serie, dedicada a los más variados espantos arquitectónicos intentaremos huir de argumentos manidos y fobias preconcebidas. Simplemente vamos a intentar explicar, desde nuestro humilde punto de vista, cuales son algunos de los males de esta profesión nuestra.
Y hablando de corolarios, es importante evitar ver la paja en el ojo ajeno, sin que a uno le moleste la viga en el propio. Así que empecemos por la autocrítica. El artefacto de la foto que sigue es obra (al menos en parte, de un servidor). Y sí, es malo. Malo con ganas. Pero, ¿por qué es malo? (…)”
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