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Si buscan inspiración para reproducir este tipo de lenguaje, les recomendamos el Manual de Discurso Automático para Arquitectos de José Ramón Hernández Correa en su blog.

Los arquitectos son de Venus y los clientes son de Marte

los arquitectos son de venus y los clientes son de marte

“¡Lo que ellas quieren de ellos, lo que ellos esperan de ellas!”

Autores del texto: Raquel Martínez y Alberto Ruiz

Imagen: Portada del libro “Los hombres son de Venus las mujeres son de Marte” modificada por los autores.

 

Escena 1

X., estudiante de arquitectura en su primer año de Proyectos, se dispone a exponer su propuesta a Y. experimentado profesor del Área, que le mira con ojos aburridos.

Comienza su explicación indicando por dónde se accede al edificio, cuál es el tamaño del vestíbulo y, cómo va a distribuir las habitaciones, Y. le interrumpe. Alega que el proyecto es aburrido, no tiene alma ni idea, pregunta por la poética y por las intenciones.

X., confundido y algo humillado, recoge sus planos y calla. No cree que hiciera falta sacar a su abuela en la conversación.

Escena 2.

X. tras unos duros años de carrera y con su flamante título bajo el brazo, recibe a su primer cliente, Z, constructor local que busca un arquitecto joven para una pequeña promoción de viviendas.

X. comienza a hablar de su propuesta de desarrollo de atmósferas habitacionales. De la propuesta de fusión morfológica que permitirá soñar a los espacios urbanos que la arropan. Z. le interrumpe. Mira a X., resopla, se levanta y sale del estudio.

X., confundido y algo humillado, recoge sus planos y calla. No cree que hiciera falta sacar a su madre en la conversación.

En un artículo de Stepienybarno, El lenguaje de los arquitectos, publicado en La ciudad viva, los autores inciden en la diferencia entre palabra y palabrería, tan habitual en nuestra profesión. Profesión que, regularmente, se queja de la visión distorsionada que la sociedad tiene de su labor. No entendemos que se nos identifique con el tópico del profesional caprichoso y pagado de sí mismo, que resulta más un estorbo que un agente útil en el proceso de construcción de los edificios.

La culpa, como de costumbre, al empedrado. La sociedad no está preparada para nuestras bienintencionadas propuestas. La opinión de los “no iniciados” nos interesa poco y, demasiado a menudo, optamos por un lenguaje deliberadamente críptico, aprendido y asimilado ya en las aulas, que si bien puede resultar poético y evocador, no sólo no es asequible, sino que, en general, está totalmente vacío de contenido.

El reciente salto al mundo digital de un conocidísimo cocinero que, en su cuenta de Twitter, se pregunta por el conocimiento intrínseco asociado a los raviolis nos ha proporcionado horas de sanísimo cachondeo durante este verano. A menudo, la búsqueda de la trascendencia nos hace caer en el más absoluto de los ridículos. Pero, por aquello de la viga en el ojo ajeno, invitamos a los lectores a abrir por una página al azar de alguna revista dedicada a la arquitectura. Nosotros lo hemos hecho:

“El futuro claustro resultante, (…) constituirá un espacio panóptico y fluyente que convertirá lo que era simple patio en una homotecia invertida y ampliada de la vivienda de doble rostro.”

Es cierto que, se puede alegar que este tipo de cosas aparecen en publicaciones especializadas, y que todos los colectivos tienen su propia jerga, a modo de código interno, solo conocido por los miembros de la secta. Pero, ¿es eso lo que realmente queremos? ¿Tiene algún sentido empeñarnos en encerrarnos en nuestro propio mundillo endogámico mientras nos alejamos cada vez más de esa sociedad a la que pretendemos servir? ¿Es nuestra arquitectura la que no interesa o deberíamos replantearnos la forma de comunicarla?

Por otra parte, tenemos la sensación de que muchos miembros de la secta ni entienden ni les gusta este tipo de lenguaje, pero callan para no parecer fuera de sitio. Al fin y al cabo, nada hay más fácil de imitar que la cháchara rebuscada y carente de sentido1. Vayan a darse un paseo por el Congreso de los Diputados si no nos creen…

En resumen: ¡Menos soluciones habitacionales en no-lugares, y más viviendas en solares vacíos!

 

Notas de página
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Si buscan inspiración para reproducir este tipo de lenguaje, les recomendamos el Manual de Discurso Automático para Arquitectos de José Ramón Hernández Correa en su blog.

Por:
Raquel Martínez, Arquitecto por la ETSAM (2000), y Alberto Ruiz, arquitecto por la ETSAM (2001) y Máster en Teoría, Historia y Análisis de la Arquitectura (2014); son amigos y residentes en Madrid. Desde el año 2009 están involucrados en el Grado en Fundamentos de la Arquitectura de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) en el que son profesores. Comparten interés por la arquitectura de mediados del siglo XX y el dibujo a mano, algunos proyectos profesionales y un espacio de reflexión en el blog arquitectura con minúsculas.
  • Eva Chacón / Bonsai Arquitectos - 7 octubre, 2014, 13:04

    Enhorabuena, Raquel y Alberto, el contenido del post está a la altura de su título… touchés! Nos preguntamos qué nació primero, el huevo o la gallina? El metalenguaje de los arquitectos o su incomunicación con la sociedad? Conscientes de esta ‘tara académica’, nos esforzamos continuamente por desarrollar dos discursos paralelos, uno para los clientes y la calle, y otro interno o para nuestros amigos arquitectos. El primero hace más énfasis en cuestiones prácticas y perceptivas, el segundo en cuestiones técnicas y ‘poéticas’. Ambos van de la mano, son caras distintas del mismo prisma… pero no hay duda de que la narración debe adaptarse a los intereses del interlocutor. No estaría de más una asignatura de storytelling en la carrera…

  • José Ramón Hernández Correa - 8 octubre, 2014, 14:03

    Muchísimas gracias por la cita.
    Estoy absolutamente de acuerdo con vosotros.

  • José Ramón Hernández Correa - 8 octubre, 2014, 14:11

    Por otra parte, y dejando de lado el «lenguaje de palabras» para ir al «lenguaje de la arquitectura» pasan también cosas raras.
    He mostrado por enésima vez unos croquis de una casa a unos clientes y por ahora vamos, contra mi voluntad, con cargaderos de hormigón imitando madera, canecillos de hormigón imitando madera y sugiriendo viguetas que no existen, ladrillos perforados imitando ladrillos de tejar, tejas nuevas imitando tejas viejas…
    Ya no sé qué hacer. Les hablo (con muchísimo tacto y cariño, y también con mucha simpatía) de que estaría muy bien que los materiales mostraran lo que son, y que la casa se librara de disfraces y de mentiras. Y me dicen que sí, que claro, que naturalmente. Pero ahí siguen.
    No sé qué más hacer. (Con lo que he trabajado haciendo dibujos para que lo vean. Pero nada).
    Me da la impresión de que la comunicación es imposible.

  • Raquel Martínez - 9 octubre, 2014, 10:30

    Gracias Eva por el entusiasmo! Y genial la propuesta de una asignatura de «storytelling». Seguro que daría buen resultado.
    Gracias también José Ramón. Planteas además una cuestión muy interesante en cuanto al lenguaje arquitectónico, que todos los que alguna vez hemos construido obra privada (y especialmente en unifamiliares) hemos padecido. Sería muy fácil caer en el tópico de la falta de educación del cliente, de la necesidad de mayor cultura arquitectónica a nivel social… Pero merece una reflexión más profunda. Quizá un próximo post en tu blog o en el nuestro ;-) ?

  • Miguel Villegas - 9 octubre, 2014, 18:24

    Genial el artículo, pero creo que falla en no ir más allá del lenguaje, que plantea un problema, a la raíz verdadera del asunto, sobre la que todavía solo podemos especular.
    Creo que hay dos distancias claves.

    La primera es que la arquitectura deje de ocuparse de la arquitectura para ocuparse de las personas. En esto, si os fijáis, el trabajo de muchos de los estudios y «colectivos» que se han dedicado a proyectos de participación ha sido un éxito rotundo. Pero ¿no hacen ellos arquitectura? Si, claro, pero hablan de las cosas que pasan en ella, dejándola de fondo, centrándose en lo que las personas pueden hacer y vivir y no en los super espacios que generan.

    La segunda se basa en qué quieren los clientes. Y aquí, cada parte está tirando en dirección opuesta. Nosotros seguimos ofreciendo «arquitectura» y los clientes siguen pidiendo «lo que ellos creen que es arquitectura» y que nadie les ha explicado que es mera edificación especulativa.

    Ya sostuve hace tiempo que la causa fundamental de que la mayoría de las personas no fueran capaces de entender por qué en el SXXI una vivienda de nueva planta no debe llevar impostas ni «pechopalomas» era que «en el cole», la gran mayoría de la población española nunca había llegado, en la asignatura de Historia, y mucho menos en la de Historia del Arte, a que le explicaran el SXX… Pero a todos nos explicaron el barroco, el gótico, el románico, etc…

    Y por ofrecer una solución… ¿habéis probado a comparar a los clientes su casa con su ropa o con sus coches? ¿A preguntarles por qué quieren ese ladrillo de tejar y no tunean su volkswagen para que parezca un carruaje?

  • bRijUNi - 11 octubre, 2014, 21:21

    Bien dicho, Miguel!

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